El objetivo del edificio es albergar en su interior al "planetario" propiamente dicho, este es un instrumento que proyecta un cielo virtual sobre una bóveda semiesférica, y permite simular el avance o el retroceso del tiempo para llevar la representación de la bóveda celeste al momento escogido. Retomando el "ideograma" arquitectónico veremos: la naturaleza del tiempo es circular, se percibe en los cambios de estaciones que siempre regresan, en los ciclos de nacimiento, duración y muerte de lo vivo. La percepción del tiempo está asociada a un aspecto más elevado que nos permite ver en extensión y, luego de hacer un recorrido circular, volver a reconocer los mismos lugares a pesar del trayecto recorrido. Esto marca los años, los siglos, los eones, cómo volvemos año tras año al límite arbitrario del 31 de diciembre en el que un año es viejo y el que sigue es año nuevo. La galería circular que rodea al planetario y que está sobre elevada busca transmitir esta idea. El ser humano, como cúspide de la evolución conocida está también ahí: el eje central del planetario es un ascensor hidráulico que une y conecta lo más profundo con lo más elevado, al igual que la columna vertebral del ser humano une el sacro (un hueso triangular curiosamente llamado "sagrado") y la bóveda craneal, en cuyo interior tienen lugar las representaciones virtuales del mundo perceptivo que nos rodea. (Enrique Jan, arq.)
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